Pues mira, no lo sé.
Tampoco sé si es bueno, así que vamos a comenzar con una definición, y luego reflexionamos, ¿qué te parece?
Qué es ser egoísta
Según la Real Academia de la Lengua Española, la definición de egoísmo es la siguiente:
“Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.”
No suena muy bien, ¡desde luego!
¿Cómo se comporta una persona egoísta?
Pues mira, tampoco lo sé.
Vaya castaña de post me está quedando, ¿no? ¡Si no sé nada!
Pero es que és así. Las definiciones son eso, definiciones, pero la realidad no es blanca o negra, hay una amplia gama de tonalidades grises.
Todos (o casi) nos movemos por esa paleta difusa de grises.
Lo ideal sería estar, como dirían en política, por el centro. Quizá se nos vaya una patita para la tonalidad más clara o la más oscura, pero sin ser extremistas.
Y aquí llega la gran pregunta. ¿Cuándo se considera que una persona es egoísta? ¿Cuándo está en la tonalidad gris frío 3, gris frío 8?
Oiga usted, soy egoísta al 68%, tonalidad gris perla.
En mi inexperta opinión, ser egoísta es anteponer los intereses personales ante los intereses ajenos, dentro de unos parámetros razonables.
Me explico.
Si estamos con una persona que quiere dar una paliza a alguien porque no le gusta su peinado y nuestro deseo es no hacerlo, no es egoísmo, es civismo.
Ya me entiendes.
Pero … ¿y si nuestro acompañante quiere tomar algo en un local a reventar de gente con mucho bullicio y nosotros queremos ir a un sitio tranquilo? ¿Y si esto es así habitualmente? ¿Y si a pesar de hablar sobre buscar un local intermedio, o alternar entre locales del gusto de cada uno para cada encuentro, nuestro acompañante sigue insistiendo en su idea?
Es un ejemplo, sin embargo, situaciones de este tipo, son más frecuentes de lo que parecen. Solo hay que pararse un rato a pensar, y saldrán unas cuantas.
Ser egoísta para ser feliz
Bien. Ya vamos entrando en materia.
Las relaciones humanas son complejas, de hecho, me entiendo mejor con mi hurona, Arian, que con la mayoría de personas.
Volvamos al egoísmo.
Si estamos en una (o muchas) relaciones donde nuestra actitud predominante es gris cálido frente a un gris oscuro, pueden pasar muchas cosas, aunque no sería raro que tengamos un vínculo de altruismo frente a egoísmo … y … ¿adivinas quien se llevará el ascua a su sardina? O dicho de otro modo, ¿quién acabará llevándonos a su terreno?
No tiene que ser así, obviamente, pero suele serlo. Más si cabe, si a ese altruismo le sumamos una personalidad empática. Una mezcla explosiva.
No confundamos ser altruista con ser tonto, no estamos hablando de eso.
Ser altruista no es malo. Ser empático, tampoco. Sí que hay que saber llevarlo.
¿Por qué?
Bueno, depende.
Si en tu caso predomina el altruismo, la gratitud y la empatía, te felicito. De hecho, si esto no suponen ningún problema en tu día a día con las demás personas y eres feliz, no hagas nada.
Ahora bien, si en nuestras relaciones con los demás, solemos caer en las garras de todos aquellos que tienen un tono de gris más oscuro que el nuestro, cuidado. Quizá no nos demos cuenta de entrada, pero a la larga, estaremos dando más de lo que recibimos.
Y si esto es un hábito …
¡Tachán!
Llegados a este punto, toca trabajar. Un trabajo arduo, ¡incluso complicado!
Tenemos que iniciar un viaje. Un viaje que nos mueva del altruismo empático hacia el egoísmo moderado y no lesivo para los demás. Vamos, que pensemos más en nosotros mismos y menos en lo que los demás necesitan o quieren.
Estamos ante un egoísmo de supervivencia. Un egoísmo en el que no queremos imponer nuestra necesidad, ni manipular a los demás para satisfacer nuestros deseos.
Un egoísmo defensivo.
¿Qué pasa si eres egoísta?
Si nos convertimos en egoístas defensivos de nuestra identidad personal, no tiene porqué pasar nada malo, todo lo contrario, quizá descubramos que somos incluso más felices respetando nuestros propios deseos en relación a los del entorno cuando estos no están alineados.
¿Qué pasará con nuestro entorno?
Que reaccionará. Y no con alegría precisamente.
Si comenzamos a cambiar una situación de desequilibrio con alguien, es posible que se revele contra nuestra actitud:
Ya no eres como antes
No sé que he hecho mal para que te comportes así conmigo
Vaya, si que has cambiado
No te jode.
Pues claro que he cambiado, ya no dejo que me chupes la sangre como una sanguijuela.
Esto mejor no decirlo en voz alta.
Vamos a desmitificar el término egoísta.
Ser egoísta defensivo, no es malo.
Ser gilipollas, sí.
PD: egoísta defensivo creo que no existe como expresión, me lo he inventado mientras redactaba este artículo, me ha gustado.
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